I
Sin que naide loj arree
se van en tropel loj años:
¡hace ya más de cuarenta
que poblamos estos campos!
Yo nací en el paso’e Ponce
que’ej en el partido’e Ranchos
ayá justo ande el Salau
da la guelta pa Belgrano.
Y jué en una primavera,
De un amanecer nublao,
que en mi carro’e cuatro estacas
salí revoliando el látigo.
Tráiba el crédito en las varas:
un oscurito picazo
marca’e Rudecindo Lobos.
En las cadenas: un ruano.
¡Pobre mi curcuncho viejo
capaz de arrastrar un rancho
aunque juera de rodiyas!
De ladero prendí un zaino,
medio chafalote al verlo,
pero ¿cómo guapo? ¡Guapo!
Era en octubre. Una gloria
atravesar esos campos
retoñaos de margaritas
con mi amor y mis treinta años!
Y yegar a estos parajes,
y levantar este rancho,
trabajar haciendo el nido
de sol a sol com’un pájaro,
y cavar este jagüel,
y probar el primer trago,
y rairme solo al pensar
cuando planté estos paraísos:
algún día darán sombra
pa que jueguen mis muchachos.
Cada año nos daba un hijo
y se hacía chico el rancho.
II
¡Pero malhaya la suerte
que me trajo el desamparo!
Agatas jueron mujeres…
Una traj otra volaron
en fila, como vinieron,
en ancas del primer vago
que les conversó algo lindo
y lej arrimó el cabayo.
¡Malhaya la suerte perra
que se yevó mi muchacho!
¡Si lo están viendo mis ojos
en aquel día de marzo
corriendo entre el guamperío
sobre su bayo naranjo!
Le hocicó como diez metros,
-si me caigo o no me caigo-
el chiquilín jue a dar lejos,
como a medio tiro’e lazo,
y el mancarrón sobre el tuso
se dio güelta pa’pretarlo.
Lo alcé en estos brazos viejos
que de chico lo acunaron ,
y así se durmió pa’ siempre
a la sombra de unos cardos.
Con tanto cuarto vacido
¡qué largo parece el rancho!
El cicutal y la quinua
atropeyan pa voltiarlo.
¡Si en vez de tantas chancletas
Dios me hubiera mandau machos!
Versos de Juan José Marín
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