Junto al canto de los gallos
con el fresco matutino
se ve pasar a Angelino
pa’l corral de los caballos,
entre zainos, moros, bayos,
de tordillos toma un par
y áhi nomás comienza’atar
bajo un coposo ucalito
a la yunta, en un carrito,
que hacia el pueblo va a marchar.
Al rato se oye el tañir
de la campana tres veces
y áhi Angelino aparece
ya dispuesto pa’ salir;
del “mayor” va a recibir
la cartera con los vales,
y al tiempo que unos baguales
relinchan por la estensión,
con rumbo a la población
el carro del casco sale.
Y cuando a Cañuelas llega
p’hacer la proveeduría
se va a la panadería
ande las bolsas entrega;
de áhi un trotecito pega,
por Lara se ve cruzar,
las cartas va a retirar
en menos de un santiamén
pa’ dir luego al almacén
y varias cosas llevar.
Ya con la carga completa
-yerba, pan, correspondencia-
por volver a la querencia
cada tordillo se inquieta,
hace marchar los sotretas
a un tranquito firme y sano
hasta lo de Chiarantano
que es la última parada,
lleva el diario a la pasada
y al campo vuelve el paisano.
A pecho de dos tordillos
viene avanzando el carruaje
que después de un largo viaje
llega al campo de Bustillo,
don Paz, con todo su brillo
pone frente al tiempo feo
y aunque es cruel el traqueteo
que le da la Villalonga,
sigue firme, meta y ponga,
con su oficio de correo.
Los “torchos” trotando van
y al llegar al primer puesto
se detiene en lo de Ernesto
y áhi baja una bolsa ‘e pan.
Luego viaje seguirán
por un amplio callejón
llevando en el carretón
los encargues de rutina
destinao’a la cocina,
chalé y administración.
Envuelto en la polvadera
va devorando distancia
hasta llegar a la estancia
en donde Torres lo espera,
y áhi entregar la cartera
que abre el oficinista
y mientras pasa revista
a las cartas que han llegao,
Angelino ha descargao
los pedidos de la lista.
La carne trae al momento
que cortó “El Negro” Giménez,
poco tiempo se entretiene
porque eso lo hace de intento,
nuevamente en el asiento
ya se dispone a seguir,
aún le queda repartir
galleta, mercadería
y algo más que’n la herrería
de pasada va a subir.
Firme las riendas empuña
por el camino “del cinco”,
como pa’ pegar un brinco
los pingos clavan la uña;
Isidro, Cabaña, Acuña
es la meta a continuar
para luego culminar
el trabajo ‘e la mañana
junto al toque de campana
que once y media va a sonar.
Quizás me faltó pintura
pa’ filetear lo pintao
pero el verso que he narrao
encierra una verdá pura;
es la paisana figura
de un hombre bueno, capaz,
y dejo el verso áhi nomás
con un lenguaje sencillo
pa’l correo de Bustillo
mi amigo, Angelino Paz.
Versos de Luis Balbo
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