Oigo el tañir de un cencerro
y un relincho contestando,
señal que viene llegando
hombre, tropilla y un perro;
estampa de Martín Fierro
que adorna el verde del llano
es la que tiene el paisano
de mi noble inspiración,
si hasta siento el cimarrón
que me calienta la mano.
El pingo que trae montando
es de un pelaje tostao,
tiene un andar avispao
y pinta le anda sobrando;
lo viene como probando
de la boca y de la rienda,
para que vea el que entienda
que no lo está sancochando,
habrá de sacarlo blando
para trabajar hacienda.
De su maestría hace gala
guiándolo con el rebenque
hacia un robusto palenque
cerquita de un viejo tala;
toca el sombrero en el ala
en un saludo cordial,
acaricia al animal,
desmonta y tras de la grupa
el par de riendas agrupa
y ata en el poste al bagual.
Versos de Atilio Reynoso
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