Desde temprano en la estancia
se oyen sonar los cencerros,
balidos y grito ‘e perros
se escuchan en la distancia
donde pinta la arrogancia
el sol de rojo copete,
donde la hacienda arremete
pa’ pegar la disparada
hasta quedar sujetada
por gritos, ponchos y fletes.
Cuando el rodeo ha parao,
se corta un montón chicuelo,
que le llamamos “siñuelo”
los que hablamos del pasao,
éste debe estar plantao
pa’l lao de que viene el viento
donde salen de un intento
cada res a los bufidos,
porque las sacan prendidos
con la cola como tiento.
Mayordomo o capataz
cuando a rodeo va a entrar
éste siempre ha de llevar
dos paisano por detrás,
los que esperarán nomás
que le apunte con el dedo
los que quedan sin enriedo
que la res quede oriyada
para sacarla calzada
en los encuentros, sin miedo.
A veces solo se escucha
una voz que ha convidao
cuando la sacan calzao
dos caballo’en la marucha,
y el vacuno en esa lucha
se va derecho al “siñuelo”,
como no pisando el suelo
va cortando la gramilla,
porque sintió en las costillas
dos raspones contra el pelo.
Cosas que quedaron viejas
de los campo’ y sus labores,
hoy se ven garrotiadores
que ni el caballo manejan;
de lo nuestro que se aleja,
hombre pa’ campo y hacienda
y sin que nadie se ofenda
yo he visto gauchos de empleo,
entrar de a uno al rodeo
llevando largas las riendas.
Lujo del campo argentino
sacando por el de Uropa,
de campero ni la ropa
usan nuestros campesinos.
Cosas que llevó el destino
y lo nuestro ni se nuembra,
parece que hasta se siembra
naciones con otras voces,
hay quien manda y no conoce
ni al macho, ni cual es hembra.
Versos de Ángel San Esteban
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