De mis tiempos de resero
siempre recuerdo con pena
que allá por la Madalena
tuve mi rancho primero;
sencillito y bien campero
de paja y barro lo alcé,
un lindo cuadro alambré
con aguada y buenos pastos,
y haciendo honor a los bastos
esta tropilla entablé.
A la madrina “tordilla”
la seguía un “rabicano”,
un arisco “porcelano”
y un “alazán gargantilla”,
un “colorao testerilla”,
un “overito fajao”,
un potrillo “ensabanao”,
un “pampa de lomo overo”,
y también un parejero
de pelo “zaino bragao”.
Podía enfrenar a cualquiera
y en un rodeo apartar
con lujo, sin desatar
del rebenque, la azotera;
de enlazar donde quisiera
sin temor a una rodada
y en los tiempos de boliadas
en mi flete como luz
le dentraba a un avestruz
en cualquier atropellada.
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