En uno de esos rincones
de nuestra pampa salvaje,
como indicando un pasaje
del tiempo de los malones;
se ven dos sauces llorones
palenqueando una tranquera,
más adentro una tapera
entre espinillos y talas,
donde rondan luces malas
durante noches enteras.
Al costao de un callejón
se destacan dos ombuses
y en cada tronco dos cruces
trazadas con el facón,
hay signos de una inscripción
que a descifrar no se alcanza
y está clavada una lanza
quizás puesta con intento,
como haciendo un juramento
por justicia, o por venganza.
Se comenta en los fogones
de las estancias vecinas,
entre gauchos, y entre chinas,
el rancho de las visiones;
se hacen largas narraciones
que justifica un anciano
dicen que han visto cercano
a un corral de palo a pique,
al fantasma de un cacique
con una lanza en la mano.
Dicen que esas poblaciones
fueron una pulpería
donde la indiada vendía
el fruto de sus malones,
a un señor con más millones
que ovejas un estanciero,
que por trampear unos cueros
lo indios lo degollaron,
y con ellos se llevaron
las riquezas del pulpero.
El indio que es persistente
y en su saña es inhumano,
gritando ¡muera el cristiano!
no dejó un alma viviente;
y desde entonces la gente
vecina de aquel paraje
contempla el triste paisaje
de aquella tapera en ruina
sobre la pampa argentina
por obra de los salvajes.
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