A la punta del corrión
manotié y puse la pata
al borde’e l’argolla
chata
de la cincha, y un
tirón!
El cuero con el cinchón,
dos güeltas, que no se
note,
con la mano en el
cogote
pa’ montarlo lo
malcorno;
baila el pabilo de
adorno
marcando el compas del
trote.
Cuatro tranqueras de
arriba
y pa’ seis hay que
bajarse,
basta algo de maña
darse
por si el vecino se
aviva.
La pata de güelta
estriba,
se va hasta el tuse la
pera.
Hay un ansia bolichera
que manda galope largo:
una semana de amargo
con el cuzco en la
matera.
Imaginando el bailongo
el recao es una hamaca
que me pone y que me
saca
los nervios en el
mondongo.
Dentro al monte, bajo
y pongo
a las patas la manea.
Boliche, linda ralea,
los pioncitos de una
tropa
bajando copa tras copa
prosiando, mansa
tarea.
Los codos al
mostrador,
cargosiando alguna
mosca,
cigarro en la mano
tosca
y cumbia en el transistor.
Otra güelta!! por
favor
y… termine compañero!
-Sujete que va ligero.
-Deme un gancia con
limón.
(Y la noche es un
montón
de silencios y de
teros).
Uno ni cuenta se da
cuando el mareo le
gana,
fantasiando con
macanas
escondiendo la verdá.
El más allá, más acá,
lo trajeron, me parece…
el sueño, bulla que
crece
y vino hasta en las
bombachas,
boliche que no
despacha
y lunes que no
amanece.
Mediodía sin memoria
le saca el bulto al
reproche
(quien sabe ayer a la
noche
como terminó la
historia).
Amistá, risas y
euforias
son, vinacho, tus
vaivenes.
El mostrador
entretiene
y nos enloquece,
cuando
uno se duerme soñando
con el domingo que
viene.
Versos de Pablo
Díaz
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