No se lo debe dejar
en ningún sitio
olvidado:
en él está señalado
el derecho de mandar;
no se lo puede colgar
en la muñeca ni elija
quien castigue la
verija
ni la cabeza del
pingo,
que esas son cosas de
gringo
en esta tierra
prolija.
Su destino de
obediencia
curtido en el cuero
crudo,
va del azote al saludo
con dócil
condescendencia,
y con la misma
cadencia
del brazo que lo
acompaña,
en anca arisca se
ensaña
o restalla en el
cogote,
calculando en el
rebote
el sitio donde más
daña.
En el cabo que
atestigua
señales de vida dura,
muestra su noble
finura
maciza la plata
antigua,
pero el brillo se
amortigua
en el filete abollado,
donde la lucha ha
dejado
esas resacas borrosas
que ostentan todas las
cosas
usadas en descampado.
La lonja tiene un
derecho
reseco, de tierra
parda,
y en él el golpe se
aguarda
con la firmeza del
pecho,
y un fofo revés
deshecho
por la lluvia y el
sudor,
de calcinado color,
en cuya blandura vibra
estremeciendo la fibra
más encrespado el
rigor.
Atributo de varón
conoce su oficio duro,
y sabe sacar de apuro
íntegro en toda
ocasión,
y se cuelga del facón
a veces, como si fuera
nada más que una
manera
simbólica de mostrar
que el lujo de
castigar
tiene en la muerte
frontera.
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