lunes, 19 de junio de 2017

EL REBENQUE

No se lo debe dejar
en ningún sitio olvidado:
en él está señalado
el derecho de mandar;
no se lo puede colgar
en la muñeca ni elija
quien castigue la verija
ni la cabeza del pingo,
que esas son cosas de gringo
en esta tierra prolija.

Su destino de obediencia
curtido en el cuero crudo,
va del azote al saludo
con dócil condescendencia,
y con la misma cadencia
del brazo que lo acompaña,
en anca arisca se ensaña
o restalla en el cogote,
calculando en el rebote
el sitio donde más daña.

En el cabo que atestigua
señales de vida dura,
muestra su noble finura
maciza la plata antigua,
pero el brillo se amortigua
en el filete abollado,
donde la lucha ha dejado
esas resacas borrosas
que ostentan todas las cosas
usadas en descampado.

La lonja tiene un derecho
reseco, de tierra parda,
y en él el golpe se aguarda
con la firmeza del pecho,
y un fofo revés deshecho
por la lluvia y el sudor,
de calcinado color,
en cuya blandura vibra
estremeciendo la fibra
más encrespado el rigor.

Atributo de varón
conoce su oficio duro,
y sabe sacar de apuro
íntegro en toda ocasión,
y se cuelga del facón
a veces, como si fuera
nada más que una manera
simbólica de mostrar
que el lujo de castigar
tiene en la muerte frontera.

Versos de Miguel D. Etchebarne

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