Bueno, m’hijo,
escuchemé:
quiero dejarle de
herencia
un puñado de
experiencia
que en la vida
coseché.
Soy su Tata y, creamé,
su amigo y su
compañero,
y por lo tanto lo
espero
ponga sus cinco
sentidos.
Haga honor a mi
apellido,
no pase por chapucero.
Si es que le toca
enlazar
campo afuera un
yeguarizo
dele lazo, que es
preciso
más de un tirón
evitar.
Tenga cuidao al
carnear
porque el matambre no
es cuero;
no lo corra al que es
ligero
cuando es larga la
campaña.
Debe el hombre darse
maña,
no pase por chapucero.
Si su afición es
domar,
dejé en la tranquera
el chucho.
Entregue, si agarra muchos,
pingos mansos, de
enlazar.
Si se ofrece jinetear
defienda el unco y el
cuero,
hache grande, a lo
campero…
cuide m’hijo, su
picana:
no quiero que hoy o
mañana
pase por un chapucero.
Si cái a’lguna pialada
de convite puerta
afuera
pongaseló hasta la
pera
de revés con
llamaradas;
dele yapa que en la
armada
se ve el que no es
ventajero,
afírmese en el culero,
largueselé a la
retranca,
que castigue con el
anca…
No pase por chapucero.
Atienda bien lo que
digo:
y respete en sus
andanzas,
que el abuso de
confianza
será su peor enemigo.
Eso sí, no busque
abrigo
ni se me esconda a lo
tero;
y si hay que jugarse
el cuero
con razón, ni busque
cancha:
donde quiera haga pata
ancha…
¡No pase por
chapucero!
Versos de Julio
Secundino Cabezas
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