Viejo facón
oriental
que un bisagüelo
entrerriano
atravesando un
pantano
encontró, por un
casual.
De mi vida de
mensual
sos una clara
evidencia
y apegao a su
existencia
sin por qué, cómo
ni cuando
vas conmigo
desvirando
los tientos de la
pasencia.
Viejo facón cabo’e
plata
gastao en la
empuñadura,
hermano de mi
cintura
y regalo de mi “Tata”.
Con vos tusé a
aqueya ingrata
que me quiso
basuriar
y tuve que lastimar
al que salió en su
defensa
jurando sobre esa trenza
no volverme a
disgraciar.
Sin embargo aqueya
vez
que me despidió el
patrón
aunque yo tenía
razón
no quisite hacer de
juez.
Por respeto a su
vejez
me jui tragando
amargura;
aún el recuerdo me
apura
porque’n vez de
hincharle el lomo
a mi mano, ¡ni sé
cómo!
la sujeté en mi
cintura.
Cuando la hija del
puestero
se ahorcó por un
mal amor
vos cortaste el
maniador
qu’eya ató bajo el
alero.
Cuando, con un pial
certero
cayó un sotreta
quebrao
vos mesmo lo has
despenao
de la manera más
crioya:
dentrándole justo
en la ‘oya’
pa’ que muera
desengrao.
Viejo facón,
camarada,
de hoja delgada y
filosa
sin mí, vos no sos
gran cosa
y yo sin vos, no
soy nada.
Tu punta en una rodada
me hizo un tajo en
la cadera
pero la moza
pueblera
que me atendió de’sa
herida
con una pasión
fingida
me hizo otra herida
más fiera.
Viejo facón
caronero
que en una tacuara
larga
dentraste en la
última carga
de un agüelo
montonero.
Reliquia, plata y
acero,
prolongación de mi
brazo,
sos el amigo
gauchazo
que me hará sentir
más juerte
cuando al peliar
con la muerte
¡le tire el último
hachazo!
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