sábado, 7 de enero de 2017

LA TROPA

Noche de estío sumida
en un profundo letargo,
como un crespón ancho y largo
sobre la tierra extendida.
La llanura adormecida
rodea al estero callao;
está el silencio posao
sobre forma… indescriptible;
como un pájaro invisible
pero agorero y pesao.

En los brazos de la brisa
la enorme selva se acuna
y con palidez de luna
su sangre el ceibal matiza.
Lentamente se desliza
por la cuesta del paraje
una gran tropa salvaje
perezosa y ondulante,
como una boca gigante
que va buscando el follaje.

Flotan sobre la hondonada
gritos juertes y alargaos,
y silbidos prolongaos,
que empujan la novillada.
Aletean entrelazadas
las melenas y las vinchas,
y, mientras que corta o pincha
-filosa como navaja-
llora al morder la rodaja
en los hilos de la cincha.

La fatigante tarea
va floreciendo en sudor,
y entre el polvo cegador
los ponchos relampaguean.
Una coscoja granea
el ambiente matizao,
y bajo el cielo estrellao
-que el orbe infinito abarca-
van rajando la comarca
los balidos del ganao.

En el bajo, o la cuchilla,
con un ritmo acompasao
ante el cencerro cansao
picotiando la tropilla.
Los flechillales se humillan
ante esa calma apasible,
y algún relincho terrible
que estaya de trecho en trecho,
hiere al silencio en el pecho
como una flecha invisible.

Después el chisporroteo
de un gran fogón campesino
pone a un costao del camino
punto final al arreo.
La hacienda forma un rodeo;
humean las pavas chillonas,
el mate, la rueda entona,
enfrente a un lecho de brasas
lloran lágrimas de grasa
los asao de una mamona.


Versos de Wenceslao Varela

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