-relato-
1
A la estancia “La
Ilusión”
pa’lzar un ganao
llegamos,
y, ni bien
desensillamos,
encendimos un fogón.
Al rato, cayó el
patrón
y en el suelo se
sentó,
con nosotros amarguió.
Era un hombre
campechano,
muy carrerista -el
bayano-
según después resultó.
2
Dijo que’ra -el
estanciero-
carrerista de afición,
y entró en la conversación
más de un caballo
ligero.
Y nos mostró un
parejero,
con trompeta y
enmantao;
era un pingo “colorao”
de todas partes
bonito,
largo de abajo, y
finito
que parecía un venao.
3
Le almiramos con razón
aquel precioso animal
que valía un dineral,
y lo entraron pa’ un
galpón;
regresamos al fogón
y el hombre quedó, en
cuclillas,
contándonos maravillas
hechas por aquel
tesoro
y averiguó por un
“moro”
que venía en las
tropillas.
4
Le contesté que’ra
mío.
-“Se le anima au colorao?”
-“Si estuviera
levantao
por lo menos, del
rocío..”
-“Eu vi pasar, e confio
que’s cabalho liyerón…”
-“Guapea en tiro
cortón,
pero pa’ su colorao,
le ha de’star faltando
estao,
y a mi cinto un
patacón”.
5
-“Si le aflueja o tirador
corremos por los cabalhos…
Esos redomoes balhos
¿no son suyos?” –“Si señor”.
Y atamos el potriador
de una tremenda
carrera
que corrió por la
frontera,
de'stancias a
pulperías,
con plazo de siete
días
pa’ bajarles la
bandera.
6
Yo, al “moro”, le
acomodé
a cuchillos los candao,
y los vasos encebao
varias veces le
foguié;
tan pronto lo levanté
a mi dócil parejero,
que, al mirarlo, el
estanciero,
como al quinto o sexto
día,
dijo… “que no parecía
el cabalho de um tropero…”.
7
Cuando el domingo
llegó,
estaba la pulpería
con tanta gente, ese
día,
que ni Aparicio reunió.
En mi “moro” llegué yo
ensillao que’ra un
primor;
liviano y observador
era un gato
pa’orejiar,
muy tranquilo pa’
trotiar,
aunque muy
escarciador.
8
A las sendas me
acerqué,
saludé a la paisanada,
me apié junto a una
enramada
y áhi nomás
desensillé.
Me lo tuvo Iyazuiré
pa’ yo templar el
garguero;
pasó el otro parejero
con una manta nuevita
y una inscripción
parejita
con el nombre de
“Pampero”.
9
Al caballo “colorao”
esa ocasión lo corría
un negrito, que tenía
un gran tatuaje
grabao,
el chiripá levantao
con las puntas
añudadas,
camisa a franjas
rosadas
de rota que daba
penas,
y las grandes
nazarenas
sobre el pie descalzo
atadas.
…….
10
Cuando a las sendas
dentramos
le dije al
brasilerillo:
-“¿Dicen que’s como
cuchillo,
de cortador, en el
vamos?”
-“Nu es certo, mas si largamos
y llega a salir cortau,
no olvide que’s colorau
cabalho muito liyero,
que si de un lau es pampero
pampero es del otro lau”.
11
-“Yo al pampero lo he
dejao
hecho polvo en el
camino…”,
le dije, al negro
ladino,
mirándolo desconfiao.
-“Este verano he ganao
varias carreras de
viaje”.
Y el moreno del
tatuaje
se acomodó un cinturón
con cinco de munición
pa’emparejarme el
quilaje.
…..
12
La tarde estaba
volcada
sobre la inmensa
frontera,
uniendo la azul esfera
y la campiña dorada.
Copas, golillas
terciadas,
bicharases y bayetas,
como bandadas
inquietas
aletiando se posaban,
y las sendas nos
mostraban
sus rígidas bayonetas.
13
Brillaban a la pasada,
como espejos
siderales,
baticolas y pretales,
estribos y cabezadas.
Ricaza esa “bayanada”,
casi todos hacendaos…
Tanta plata, los
recaos
relámpagos encendían,
y las libras relucían
sobre los ponchos
listaos.
14
Al verse entre ajena
gente,
un paisano pobretón,
si no es temple durón
se achica
completamente;
si llegaba un exigente
como a obligarme a
jugar,
lo escuchaba sin mirar
y me quedaba callao,
igual que’l toro
empacao
escarbando pa’ peliar.
15
Si el diablo hubiera
venido
luciendo poncho
escarlata,
pa’ pararlo al pago a
plata
al diablo me habría
vendido;
jugador de talla he
sido
y no pierdo la cabeza,
y, aunque con dura
entereza
soporté mucha topada,
nunca sentí tan pesada
sobre el alma la
pobreza.
16
Huérfano de aparcería
de mi lao ninguno
estaba.
Tan solo, me
agigantaba
cuando más solo me
vía!
Iyazuiré no tenía
ni plata, ni fe, ni
nada.
Como muerto la mirada
cuidando el apero mío,
contemplaba aquel
gentío
con su gran tristeza
aindiada.
17
Yo, ya llevaba jugao
el último bayo ajeno,
madrina, cencerro,
freno,
rastra, facón y recao.
-“Hay que ganarle cortao
-le hablaba al moro- a ese gruyo;
jugué lo mío y lo suyo,
y, ande nos bajen la mano,
no se me haga el lerdo, hermano,
qu’he jugao libras de orgullo”.
……
18
El negro lo
atropellaba,
lo paraba, lo volvía
al tranco, lo detenía,
y a los marcos lo
apuntaba.
Allá cuando lo largaba
como al mandao de un
pañuelo,
giraba el polvo en el
suelo
en un círculo cerrao,
como el gato que le ha
errao
un ‘viaje’ a un mosca
en vuelo.
19
Pusieron sentenciador,
tercero y abanderao,
y, a medio tiro,
apostao,
un sargento de ‘vedor’.
El negro, muy tajiador
quiso hacerse el
remolón.
Sobrándole la
intención
Le grité, medio
arrogante:
-“Te viá largar por delante
p’avergonzar tu patrón…”.
20
Santo remedio!...
largamos,
y me le pelé de abajo;
tan provechoso jué el
tajo
que’l negro se ahogó en
el ‘vamos’.
Allá cuando nos
miramos
por sobre la
polvadera,
iba como si quisiera
ensartarme con un ojo…
Parecía, el negro, un
abrojo
enredao en la clinera.
21
Muy sangrudo el
“colorao”
se me empezó a
aproximar;
viera el gauchaje
gritar
con usura, entusiasmao.
Al cuadril me había
llegao
y se corrió hasta el
fiador,
pero el “moro”,
aguantador
en cien varas,
s’estiró
en tal forma, que
gritó:
-“Con luz!”, el sentenciador.
….
22
Juí ande estaba
Iyazuiré,
me bajé del fatigao,
me apié junto a mi
recao
y a ensillarlo
comencé;
tranquilo otra vez,
monté
y, al tranquito
entre’l gentío,
empecé a cobrar lo
mío,
más humilde que
altanero,
echao pa’tras el
sombrero
pero enteramente frío.
23
El dueño del “colorao”
se me acercó,
campechano,
me apretó juerte la
mano
y me dijo: -“Casteyao
si su moro me ha ganao
de juro jue por meyor,
es cabalho superior
e se me ocurre que nu hay
ni en Brasil ni en Uruguay
quien se le ponga al fiador”.
24
Le pagué con mi
habitual
sonrisa, porque
escuchaba
a un viejo que me gritaba:
-“Me ha ganau um dineral;
aquí tene su pretal,
aquí tene su facón,
y además este montón
de libras ganó tambén;
han de ser perto de cen,
cóntelas con atensón…”.
25
Otro trajo mi madrina,
y en la maleta campera
volcó plata brasilera
muy brillante y cantarina.
Un mozo de l’argentina
me pagó de güeña fe,
y yo mismo le ayudé
a apartar de otros
caballos
los seis redomones
bayos
que, siendo ajenos,
jugué.
26
Y así, todos los
paisanos
me pagaron las paradas
aquella tarde jugadas,
orientales y
‘bayanos’;
pero un tal Yuquita
Ramos
un pingo “overo” rayó
y altanero me gritó
como a quererme
asustar:
-“Si usté es capaz de aguantar,
al moro le ganó yo!”.
27
-“¿Con ese mal enfrenao?”
-“Con ese padrillo overo,
que no se llama Pampero
pero es muy apamperao”.
El dueño del “colorao”
despacito me codió,
y me dijo: -“Aguánteló,
y patinar se lo hacemos.
Si el domingo le corremos
de su lau me pongo yo”.
28
-“Pa’ correr estoy -le dije-
pero ¿cómo es la cuestión?
Me contestó el
‘fanfarrón’
-“Tiro, plata y fecha… fije”
-“Pues, ya que nada m’exije…
mañana de tardecita,
y dende aquella sierrita
hasta’nde aura tengo el moro…
por quinientas chispas de oro,
en esta senda mesmita”.
29
-“Mañana es mucho apurarse,
-me contestó, más
calmao-
si no tienen los montao
ni tiempo de revolcarse!”
La gente empezó a
mirarse,
a sonreírse y toser,
y uno dijo: -“Al parecer
no llueve… el viento cambió”.
El gaucho ‘chucho’
arrolló
y ató a los tientos;
ayer…
30
-“No, señores -dijo el criollo-.
No afluejo; pido un tiempito.
Ni muerto me hago el chiquito,
ni en las primeras arrollo;
sé que’l moro no es un ‘bollo’
mas le llamo ‘pan comido’.
Y el melenudo Garrido
le gritó al irse: -“Dejalo,
que te vas a cáir del palo
igual que gallo dormido”.
31
Le dije a mi amigo: -“Hermano,
si desenvaino el facón
le juro que’sta ocasión
hago ‘sapo’ algún ‘bayano’;
que Dios me corte la mano
si se me larga a matar;
tal vez de tanto aguantar,
estoy poco aguantador…
vámonós, que a lo mejor
me da el diablo por peliar”.
Versos de Wenceslao
Varela
EXCELENTE!
ResponderEliminarUN GRANDE WENCESLAO.
ResponderEliminarWenceslao, el Poeta de América
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