A Don Dionisio Sequeira,
resero, guitarrero y cantor
Alboroto de reseros
y alaridos de opa, opa,
acicatean la tropa
en balidos lastimeros,
por los ariscos senderos
de lagunas, albardones,
arroyos y cañadones,
noches de rondas a lazo,
aguantando el cimbronazo
a temporales sobones.
Por donde “el pampero” agita
al caldén, a raso acampa,
el agreste vergel pampa
del cardo y la margarita;
y a esa pampa infinita
impregnada de verdor,
en un trino arrobador
en lo alto de un mangruyo,
ata al sentimiento suyo
de guitarrero y cantor.
Templa bordoneando el son
de una milonga campera,
en seis cuerdas en hilera
de armoniosa vibración,
se la prendió al corazón
de quien le cruzó el destino;
y si por áhi, el camino
lo embroyó en un apuro,
no reculó por más duro
que guampa de güey barcino.
Quedó el rancho ataperao
y en la inmensidá bravía,
horadó en la lejanía
de un horizonte azulao;
señales, del “gaucho alzao”
de un tirón sin recoveco,
se yevó el viento y el eco
en el atronar lo nombra,
patriarca, a Segundo Sombra
ayá en los pagos de Areco.
Ya no se oyen, los balidos
ni el chasquear de una pezuña,
en güeya, que ya no acuña
ni galopes, ni alaridos,
ni madrineros tañidos
de un cencerro en trayectoria,
abriendo güeyas de gloria
anda resero y tropiya,
prendido de la presiya
al cabresto ‘e la memoria.
Versos de Carlos Rosendo
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