Ranchito que entre el verdor
parecés una gran cosa
y no sos más que la choza
donde escuendo mi dolor.
Rancho en que entuavía el amor
que en rescoldos se consume
a ocasiones desentume
las alas medio dispacio
pa’ perderse en el espacio
como si juese un perfume
Tapera medio arrumbada
que al costao de una laguna
en mis noches sin fortuna
fuiste pa’ mí como un hada.
¡Quién dirá al verte rodeada
de paráisos y palmeras,
que sos triste de adeveras
porque, bajo tus totoras,
no hay en mis noches auroras
ni en mi vejez primaveras!
Al zarzo que da a tu alero
un rosal de rosas blancas
trepa yevándose en ancas
la copa de un jazminero.
Corre a su sombra un sendero
que como baliza cierta
va derechito a una puerta
que bajo un toldo de flores,
pa’dormecer mis dolores
ha de hayarla siempre abierta.
Cuando m’echo en la catrera
bajo tu techo sombrío,
se saca el bozal mi hastío
pa’ disparar campo ajuera.
Bríndame su adormidera
la dulce melancolía,
y alegran el alma mía
las notas consoladoras
de dos calandrias cantoras
que madrugan más que el día…
Rancho que sabés mi historia,
mi linda choza querida,
que yevo siempre prendida
del cinchón de la memoria.
¡Pa’ que quedré yo más gloria
que el calorcito ‘e tu hogar,
hoy que cansao de penar
le tengo asco al vivir,
y se me hace que morir
no es nomás que descansar!
Versos de José Alonso y Trelles
"El Viejo Pancho"
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