martes, 21 de febrero de 2012

PA' SU GOBIERNO

Tenga cuidao, Salustiano,

que es nuevito el colorao

y aunque algo lo he trajinao

y en el campo para a mano,

a Secundino Lozano

ande le mostró el talero

pegó un arrastrón tan fiero

qu’enantes que se aperciba

lo dejó la ráiz pa’ arriba

estropeándole el sombrero.

 

Le digo pa’ su gobierno,

que yo… ¡ni así me confío!

El pingo es de lomo frío

y en las mañanas de invierno

ni salido del infierno

v’hallar animal más loco

si a pie no lo mueve un poco

enantes de enhorquetarse,

porque es capaz de boliarse

de puro geniudo el zoco.

 

Por precaución, pa’ montar

mancórnelo, porque esquivo

en cuanto pise el estribo

el cuerpo le va a sacar.

Después me querrá contar

cómo le fue en la boliada

con este pingo que Almada

me dejó cuando se fue

y que yo le presto a usté

pa’ hacerle a la desplumada.

 

Por mí duerma sin cuidao

-dijo Salustiano Soja-

si esta garuga me moja

lo tiro al poncho encerao!

Y sin más al colorao

confiao se le enhorquetó

con las riendas lo animó

y después de un trotecito

zapateando un galopito

de las casas se alejó.

 

Por ver qué puntos calzaba

enfiló para el potrero

mientras don Pablo, el puestero,

dende el patio l’oservaba.

El colorao escarciaba

cambiando a trechos de mano

como si quisiera el llano

arrasar con su vigor,

y sentao como un dotor

lucía su estampa el paisano.

 

Ni bien pasó la tranquera

dejando a un costao la senda

largó el pingo a media rienda,

desató las ñanduceras,

y cruzando a la carrera

en el recao se empinó:

con juerza las revolió

a todo lo largo’el brazo.

y un soberano bolazo

al palenque le encajó.

 

Iú piú jú jú! El alarido

cortó el aire como hachazo

y una perdiz como hondazo

se hizo perdiz de un volido.

De la perrada el ladrido

se oyó al punto consecuente

y con la sangre caliente

después de la atropellada

era como el as de espadas

el colorao…, ¡mesmamente!

Versos de Guillermo Villaverde

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