Se oye un cencerro a lo lejos
de alguna yegua madrina
entre la espesa neblina
que cubre el campo parejo…
Ni bien se asome un reflejo
entre los talas añosos
del gaucho sol bondadoso
emponchando al pobrerío,
saldrán corajeando al frío
los mensuales laboriosos.
El capataz en un “moro”
pa’l pechazo garantido…
yeva a los tiento’un torcido
como pa’ volcarlo a un toro.
Un domador mozo floro
redomoniando un gatiao
también se haya entreverao
entre risas y chacotas…
con una boina grandota
y tirador escamao.
Desde los campos linderos
se oyen balidos y gritos,
se escucha el “hopa”, clarito
de los paisanos reseros…
Entre el vocerío de teros
en un “tordiyo” charcón,
va rumbiando al cañadón
el nutriero de la estancia
mientras que busca distancia
disparando un charabón.
Sin más peón que una bandera
un alambrador muy crioyo,
va perfilando los hoyos
con el poste ‘e la tranquera.
El gringo ‘e la jardinera
cargao con papa y zapayos…
apura su pingo “bayo”
pa’ recostarse a la oriya
y dar paso a una tropiya
como de quince cabayos.
Entre los frescos terrones
aparceriao por gaviotas…
el arador da la nota
pa’ los curiosos mirones.
Dos puesteros ya viejones
comentan del temporal
y un tambero, del corral
sale en su carro lechero
mientras relincha el nochero
como exigiendo el morral.
Solo quedó en la matera
un viejito que’s soguero…
macetiando algunos cueros
tranquilón a su manera.
Así es la gente campera
que hoy en mis versos halago
mientras saboreo un trago
del amargo cimarrón…
me va inspirando el fogón
cuando amanece en mi pago.
Versos de Felipe Olivera Moreno
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