miércoles, 18 de mayo de 2011

MI TROPILLA

Son catorce y la madrina
los bayos de mi tropilla;
catorce y una “rosilla”,
yegua puntera y ladina.
Desde que el sol ilumina
hasta que quiere morir,
cualquiera, sin elegir,
suelo a veces ensillar,
seguro que al regresar
está mejor que al salir.

Vivarachos, bien domados,
guapos para galopar,
buenos para trabajar,
mansos y tan entablados,
que los tengo acostumbrados
a parar en donde quiera:
lo mismo en una tranquera
que costeando un alambrado,
y si me encuentro apurado
a rodearlos campo afuera.

Si es “El Claro” o “El Bandido”,
“El Peligro” o “El Charrúa”,
cualquiera de ellos es púa
para galopar tendido…
“El Engaño” es conocido
entre todos como bueno;
no es nada maula “El Veneno”
y hasta el mismo “Cimarrón”
aunque medio redomón
ya baraja bien el freno.

Galopar de cara al viento
da gusto si es en un flete
liberal como “El Pebete”,
“El Capricho” o “El Tormento”;
y orgullo de gaucho siento
al nombrar al más mansito,
escarceador y bonito
que en la tropilla se exhibe:
bayo naranjo, “El Caribe”,
solo te iguala “El Solito”…

Ninguno se va a aplastar;
son pingos como de fierro
si al sonido del cencerro
es preciso galopar;
y no vaya usté a pensar
al verlos de poca traza
que “El Cariño” o “El Cachaza”
se pueden poner pesados:
son guapos bien comprobados
porque les viene de raza…

Su color de oro al sol brilla
y se distinguen de lejos
cuando juntos y parejos
van siguiendo a la “rosilla”…
¡Cha que es linda mi tropilla
cuando marchan deshilados,
uno tras otro, entablados,
tras el cencerro sonoro!..
¡Son catorce cuentas de oro
mis bayos anaranjados!...

Versos de Eduardo Freije Sáenz

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