1
Mucho antes de hacer pareja
y de armar su propio nido,
ya se le había metido
medio, de entre ceja y ceja,
esa idea que él refleja
en cada conversación,
que llegando la ocasión
se cumpla el mayor anhelo:
que Dios le mande del cielo
un hijo y que sea varón…
2
Llegó el casorio y la luna
dentró a dar vueltas enteras;
y un día… su compañera
le dijo: “pronto habrá cuna…”
Desde entonces, su fortuna
(desechando una muchacha)
le dibujaba la facha
del gurí que ya venía,
y pensó que lo veía
de alpargatas y bombachas.
3
Se imaginó recorriendo
con su gauchito, el potrero,
o macetiando algún cuero
pa’ que lo vaya aprendiendo,
y así pensando y sonriendo
se hizo la cuenta completa
del tiempo que no asujeta
porque la luna… no espera.
Y le avisó la partera:
“¡Lamento, son dos chancletas!”
4
¿Mellizas? ¡y pa’ más dos!
Primero, sintió un resabio,
después soltó de los labios
un “muchas gracias a Dios…”
y al tiempo cuando en la voz
de la yunta salió un “¡tata!”
no hubo pa’ él cosa más grata
y sintió en esa ocasión
sacudirse el corazón
como zapatiando en patas.
5
Cuando vuelve y desensilla
después de andar campo afuera,
ya las mellizas lo esperan
del patio justo en la orilla.
Cada una, en una rodilla
se acomodan y se sientan
y mientras que le comenta
a la patrona… ¡mil cosas!
se le prenden las “mocosas”
como perro a una osamenta!...
6
El tiempo sigue su andar;
las mellizas van creciendo
y despacito… aprendiendo
sin tenerlas que mandar;
y por gusto de ayudar
mientras una hace las camas,
la otra junta algunas ramas;
y si cae una visita
ellas con el mate invitan
sin que las mande la mama.
7
Le va saliendo la yunta
más criolla que dos zapallos,
ya se han hecho “de a caballo”
y a los terneros rejuntan
si una soba una coyunta,
la otra maneja la horquilla;
si aquella echa la tropilla,
una vaca ordeña esta…
¡y ayer hicieron la apuesta
cual hacía más astillas!
8
Cumplen cualquiera misión
como si fueran varones;
y hasta parecen dos piones
pa’l tiempo ‘e la parición.
Cuando llueve, al galpón
lo acomodan con esmero,
si falla un torniquetero
allí van con la herramienta
¡y le embarullan la cuenta
al turco vendiendo cueros!
9
Y no por eso han perdido
la condición de mujer;
pues se amañan pa’ tejer
o pa’ hacer algún vestido…
De la madre han aprendido
ser prolijas y hacendosas
y cuando el día reposa
aprenden lo que es preciso:
lo mismo que hacer un guiso
que poner unas ventosas…
10
Como en otros tiempos narran
que el padre jue guitarrero,
cuando los quince cumplieron
les trajeron dos guitarras.
¡Hay que verlas! Las agarran
como jugando… se plantan,
un estilo viejo cantan,
o alguna milonga ofrecen
¡y dos calandrias parecen
que anidan en sus gargantas!...
11
Y el hombre que ya ha empezao
a echar canas en el pelo,
sigue agradeciendo al cielo
por lo que el cielo le ha dao.
Y evocando aquel pasao
si la memoria revisa,
se le escapa una sonrisa
y hasta piensa… en ocasiones,
que ni una tropa ‘e varones
se compara a las mellizas.
Versos de Víctor Abel Giménez
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