Al cumplir la pena que gané en mi hombrada,
iba liao‘e manos con fierro en los pieses,
sobre una carreta quejosa y tumbada
igual que mi vida, ¡charquiada‘e los jueses!
Amparao al ruido de juertes senserros
y en el ¡güeya, güeya! de una tropa en marcha,
con los ñervos duros como cortafierros
rompí los griyetes pa’ ganar la pampa.
Por segunda güelta se me negó el güeso
echando p’abajo lo que m’escasea
y gané de gola pa’l pobre pescueso…
un sepo “sebao”, po’ayá en la frontera.
Como los quirquinchos, hise dos ujeros;
afirmé los tacos, me crujió la isliya;
se simbró mi cuerpo mesmito que asero
y a juersa‘e garganta rompí esa goliya.
Cansaos ‘e mis juidas, ande me tomaron
m’echaron la falta con ¡a vaintisinco!...,
pero en una tarde las rejas flojiaron
al ver patacones sestiando en mi sinto.
Al volver la cara, tarjé muchas leguas;
y por mi fatiga, jué que’n una estansia
hise cabesera en dos trensas negras
y dormí al rescoldo de ojos mácuas.
Y ansina, con besos, cariños, promesas…,
con eso que disen que son cosas falsas,
me amarraron firme como no pudieran
ni griyos ni sepos, ni rejas ni guascas.
Si, amigo; en la vida, tuitas las cadenas
seden a l’astucia, la juersa o la plata;
el alma‘e la prienda que se ama endeveras…
es l’unica cársel de ande no se escapa.
Versos de Arsenio Cavilla Sinclair
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