Mientras
limpiaba el galpón
hallé un
viejo par de bastos
entre
guascas y otros trastos
que hacían
bulto en un rincón,
los miré
con atención
y en mi
mente, como un tajo
se abrió el
recuerdo, y me trajo
vivencias
que transcurrieron
en tiempos,
que parte fueron
del recado
de trabajo.
Allí estaban,
desgastados,
envueltos
en telarañas
lejos de
aquellas campañas
sobre
pingos ensillados;
llegaron a
mi ya usados
junto a una
matra liviana;
cierta
lluviosa mañana
el relleno
les saqué…
y blanditos
los dejé
cambiando
el unco por lana.
Aguantaron
sacudones
de algún
potro bellaqueando
cuando
sobre ellos domando
ganaba mis
patacones;
chatos, por
los apretones
en más de
una revolcada,
cómplices
en la “charqueada”
y en crudos
de cualquier pelo
castigaron
contra el suelo
tras una
bruta boleada.
Igual que
muchos reseros
sobre ellos
anduve leguas
arriando
vacas o yeguas
por
diferentes senderos,
soportaron
aguaceros
debajo del
encerado,
y de
almohada los he usado
en
cualquier sitio que fuera,
puestos en
mi cabecera
si dormí
sobre el recado.
Pensar que
sobre un arisco
se arqueaba
esta pilcha gaucha
y hoy,
soporta de una laucha
el
insolente mordisco;
más que el
dolor del pellizco
pienso debe
de sufrir
el no poder
compartir
con su
antigua compañera…
aquella
fuerte encimera
con quien
supo convivir.
¡Tantos
golpes y rodadas
sufrieron
mis pobres bastos!
y han
alzado barro y pasto
junto a mi
en las costaladas;
como otras
pilchas gastadas,
que usé
siendo un mocetón
aunque hoy
un estorbo son
junto al
dueño, envejeciendo,
siempre seguirán
teniendo
su lugar…
en el galpón.
Versos de Pablo
Gallastegui
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