en un “moro”, Don Demetrio.
Le brilla la platería
en el aire mañanero.
La luz embruja el paisaje.
Hay un relente de trébol
y más allá, por las chacras,
se oyen ladridos de perros.
Viejo, con vejez de tronco
quemado por los eneros,
sueña con algún boliche
con su ¡truco! y con su ¡quiero!
con ese vino carlón
que abrasa y que pone fuego
y la tropilla de “moros”
lujosa en sus escarceos.
Una casita rosada
le dice ¡adiós! a lo lejos.
El monte de paraísos
ofrece sus ramos nuevos.
La laguna de los patos
copia la gloria del cielo.
Alfalfares y lecheras
y el afán de los horneros.
En la mañana argentina
ya se adentra Don Demetrio
entre un sonar de coscojas,
un escándalos de teros,
el ocre de un pajonal,
el temblor de los barbechos
y las flores de los cardos
cimarrones con su duelo.
Él sigue su galopar
en este romance nuestro.
(Córdoba,
1965)
Versos de Alfredo Vallini
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