1
Tuve allá por Río Tercero
de marca de don Cruz Trejo,
un guapo macho azulejo
como una luz de ligero.
Me hice también de un apero
a la usanza cordobesa,
la caronilla… ¡cómo esa
no he tenido igual en mano!
Fue de origen tucumano
la carona‘e suela gruesa.
2
Recado de altos arzones,
cincha, ramales de tiento
y pa’ ablandar el asiento
cuero de chivo y pellones.
Seguiré dando razones
de mi recado serrano:
un lazo de seis, liviano,
espuelas de las chilenas
-yo nunca usé nazarenas-
y un facón siempre a la mano.
3
Un gran guardamonte overo,
de carpincho el sobrepuesto,
fuerte bozal con cabresto
y freno criollo de acero.
¡Lindo campear un ternero
por faldeos y quebradas!
o salir a las boleadas
de guanacos que, en otrora,
pastaban donde ahora
se alzan villas muy pobladas.
4
Cuando a recorrer salía
por varios días los cerros
llevaba siempre mis perros
Jazmín, Cuál y Policía.
Alzaba en la alforja mía
charqui, quesillo y patay…
-agua ande quiera la hay
en arroyos o en vertientes-
y en chifles el aguardiente
o caña del Paraguay.
5
En llegando la oración
al macho desensillaba
y preparaba la pava,
los avíos y un fogón.
Yerbera era en la ocasión
una guayaca de cuero,
-también lleva un yesquero
que era de mucha valía-
y al fin, cuando el agua hervía,
dulce tras dulce al garguero.
6
El apero acomodado
me formaba blanda cama
y colgaba de una rama
el charqui que había quedado.
Con los perros a mi lado,
envuelto en poncho y pellones,
me quedaba en dos tirones
dormido como un bendito
sin sentir nada el fresquito
que llegaba a remesones.
7
¡Qué lindas noches aquellas
las que en el campo pasaba!
¡De admirar jamás dejaba
a la luna y las estrellas!
Y para hacerlas más bellas
la salvia, el palo amarillo,
la peperina, el tomillo…
me brindaban su fragancia
y también, en abundancia,
su perfume el espinillo.
8
Todo aquello es un recuerdo
que se pierde en la distancia;
hoy son quintas las estancias
y jardines los potreros.
Y ya en mis años postreros,
aunque negando ser viejo,
creo ver… allá a lo lejos,
entre sierras y pampillas,
los guanacos en tropillas
y pastando mi azulejo.
Atribuible a D. Luis Alberto Flores
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