Bajo el ombú
corpulento
que’n la pampa
se levanta
éste pobre viejo
canta
sus cuitas con
sentimiento,
pues ya no
brinda mi acento
como ayá en mi
primavera
cuando en mi
rancho, hoy tapera,
mi madre me acariciaba
y a cambio yo le
cantaba
alguna endecha
campera.
Pobre madre,
¡con qué gozo,
con que inefable
ternura
contemplaba mi
ventura,
mi juventú, mi
alborozo!,
cuando risueño y
gozoso
y silbando algún
estilo
iba yegando
tranquilo
sin pensar y sin
engaños,
donde en mis
primeros años
jue para mi,
dulce asilo.
A ese rancho
querido
al que con
trabajo rudo
mi padre
levantar pudo
y que le sirvió
de nido,
allí es donde he
conocido
lo dulce que era
el tener
una madre a
quien querer,
a quien las
penas confiar,
y un padre a
quien respetar,
a quien hay que
obedecer.
Donde mi
infancia florida
tranquila se
deslizaba,
ayí donde
disfrutaba
sin desengaños,
la vida,
donde mi madre
querida
con una total
unción
recitaba una
oración
que yo aprendí a
repetir,
y cada noche, al
dormir,
me daba su
bendición.
Hoy nadita me ha
quedao,
ya mi madre y mi
tapera,
mi infancia y mi
primavera
todo, todo ha
terminao.
Hoy solo y
abandonao,
pobre, viejo y
achacoso,
de cuando en
cuando retozo
aunque de
memoria lerdo,
evocando algún
recuerdo
de mi vida
cuando mozo.
Mis ilusiones
volaron,
¿quién sabe
p’ande se jueron?;
mis amores se estinguieron,
mis dichas se
evaporaron;
ni tan siquiera
dejaron
los años con su
mudanza
un desteyo de
esperanza
pa’ que se ilumine
mi alma…
Y hoy solo veo,
con calma,
a mi triste fin
que avanza.
(anterior a 1923)
Autor
Desconocido
(tomado de un cuerdo de Don José Tirado, en el que apuntaba versos mientras cumplía con el servicio militar)
(tomado de un cuerdo de Don José Tirado, en el que apuntaba versos mientras cumplía con el servicio militar)
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