Un rancho cuasi tapera,
se vislumbra en la llanura,
vestigios de su hermosura
pueden verse en la cumbrera.
Si el pampero hablar pudiera,
dentraría en cavilaciones;
implacable en sus sermones
que chiflan las casuarinas,
yo soy corona de espinas
para tus pobres horcones.
Inmensas telas de araña
son mortajas en tu suerte;
te anda olfateando la muerte
con su nariz de guadaña.
De manera un poco extraña
hay un jagüel que te mira,
la cruz de palo se estira
como un Cristo con un rezo
y a vos te suenan los güesos
como sacando mentiras.
Donde antes hubo una puerta,
hoy es mueca de amargura;
cual gigantesca criatura
que llora cuando despierta.
Se oye en la pampa, un alerta
por los guardias del bañao,
un buho ha capataciao
el silencio de un minuto,
como pagando tributo
a su último soldao.
El pampero ha sujetao
sus cuatrocientos de afuera
cortao, ganó la carrera
que había depositao.
Rancho, padrillo tostao
sepultao por las espinas;
te ofrezco mi peregrina
alma, a tu alma en desgarro,
porque sos, “Museo de Barro”,
de reliquias argentinas.
Versos de Omar Moreno Palacios
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