Cuando el chasque me avisó
que al camino real saliera
que’n la prósima galera
su visita tendría yo,
mi corazón retozó,
tres pingos eché al corral,
ya los dejé con bozal
-todos de distintos pelo-
que eligiera Claudio Agrelo
¡un buen cantor nacional!
Tenía una convidación
de almuerzo con confituras
(como quien dora una achura
despacito, en el fogón).
Pa’ “Huellas de Tradición”
rumbeamos con mi aparcero
diciendo versos camperos,
refranes y algún bolazo,
él, montao en un picazo
tranquiador y sortijero.
Los brazos como yuguiyos
al saludar los paisano,
entre apretones de manos
y “andá, que yo desensiyo”;
comimos a lo caudiyo
a tirador desprendido,
y después -lindo y tupido-
algo que al crioyo se aferra:
bailecitos de la tierra,
cielos, triunfos y escondidos.
Cuando el sol nos dijo adiós
le dimo’el anca a la fiesta,
a los tientos nuestra orquesta
la noche nos emponchó.
N’un boliche echamo’el dos
y unas gárgaras hicimos,
con los vecinos le dimo’
a los frasco’, a lo macuco.
(Esa ocasión en el truco
hasta la se nos perdimos).
Y a la vuelta, en la morada,
cuasi al trovar de los gayos
le dimos como de’nsayos
al produto ‘e las nidadas.
Con la panza como almuada
y el espíritu ferviente,
a los catres, gauchamente
nos fuimos a reposar
no sin antes recordar:
¡no hay crioyos como mi gente!
Versos de Jorge A. Suárez
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